Cohousing / Vivienda colaborativa

Cohousing or participatory housing (also often called intentional communities) has emerged as an alternative between renting and private ownership. It can be understood as a housing cooperative formed by a group of individuals with the intention of constructing or acquiring buildings to manage them without profit. The cooperative may be the sole owner of the entire complex, in which case it gives the right of private use to the homes and shared use of the spaces to the member cooperatives. Alternatively, the homes may be privately owned or condominiums, although in this case the project can easily end up resembling a normal housing project over time.

Projects are typically organised as a series of individual dwellings around shared spaces and functions, to encourage interaction and the creation of a good relationship between members. Shared spaces can be like a common house, with a kitchen, dining room, multipurpose areas and workshops, with other indoor functional and recreational spaces, but also outdoor spaces such as parking lots, areas for generating and managing natural resources, together with garden areas and orchards.

Many of the projects today are presented as sustainable, self-managed, with a very reduced energy consumption, use of construction materials with minimal environmental impact, with their own production and management of electrical energy, even with rainwater collection, and management of the sanitation system. It is also common that projects are designed for  a balance between the social, economic and ecological aspects, and with an integrative, inclusive approach and an aim to be an active local agent. Some projects are aimed at certain groups, such as “seniors”, and others have a clear intergenerational profile or are open for all.

It can be said that the origin of participatory housing is in the reaction to real estate speculation and the precarious situation of housing during the industrialization of the 19th century. Several thinkers from the utopian socialism movement of that time, such as Robert Owen and Charles Fourier, proposed socially and architecturally novel solutions, although it was not until more recently that the phenomenon began to take shape and strength.

The modern theory of participatory housing originated in Denmark in the 1960s, at the hands of groups who were dissatisfied with current housing offerings. Alternative ways of living called cohousing communities were presented. These ideas had a significant impact on Danish society with dozens of projects carried out and soon many projects in the US and Canada were inspired by them.

There are now many projects underway or completed, not only in urban or suburban areas but also in rural settings. A part of the rural projects has been the so-called eco-villages, where many times, the members have also wanted to carry out self-construction or restoration of abandoned settlements. Rural projects undoubtedly have the capacity to regenerate and energize depopulated areas while allowing more direct contact with nature, with projects that aim to care for biodiversity and allow greater production of their own food and energy.Nowadays, the processes of creating participatory housing have become highly professionalized with public entities, dedicated promoters and specialists involved, taking something that started out more as an alternative culture of a few dreamers, transforming it into something mainstream and trendy.

A Danish cohousing “bofaellesskap”

Las viviendas colaborativas o participativas  (en inglés a menudo llamados cohousing) han surgido como una alternativa entre el alquiler y la propiedad privada. Se entiende como una cooperativa de viviendas formado por un grupo de individuos con la intención de construir o adquirir edificios para administrarlos sin ánimo de lucro. La cooperativa puede ser el único propietario de todo el conjunto, en cuyo caso da derecho de uso privativo a la viviendas y uso compartido de los espacios a los cooperativistas miembros. También se puede plantear que las viviendas sean de propiedad privada o en condominio, aunque en tal caso el proyecto fácilmente puede parecerse a en una comunidad de propietarios normal y corriente con el tiempo.

Los proyectos suelen organizarse como una serie de viviendas individuales alrededor de espacios y funciones compartidas, para fomentar la interacción y la creación de una buena relación entre los miembros. Los espacios compartidos pueden ser como una casa común, con cocina, comedor, salas polivalentes y talleres, con otros espacios funcionales y recreativos interiores, pero también espacios exteriores como aparcamientos, zonas de producción y gestión de recursos naturales, en conjunto con zonas ajardinadas y cultivos.

Muchos de los proyectos hoy en día se plantean como sostenibles, autogestionados, con consumo de energía muy reducida, uso de materiales de construcción con mínimo impacto medioambiental, con su propia producción y gestión de energía eléctrica, incluso con recogida de agua pluvial, y gestión del sistema de saneamiento.  También es común que los proyectos se plantean con un equilibrio entre lo social, económico y ecológico, y con un enfoque integrador, inclusivo y de querer ser un agente activo local. Algunos proyectos se dirigen a ciertos grupos, como los “seniors”, y otros tienen un claro perfil intergeneracional o están abiertos todo el mundo. 

Se puede decir el origen de las viviendas participativas está en la reacción ante la especulación inmobiliaria y la situación precaria de la vivienda durante la industrialización del siglo XIX. Varios pensadores del movimiento de socialismo utópico de aquella época, como Robert Owen y Charles Fourier propusieron soluciones social y arquitectónicamente novedosas, aunque no ha sido hasta más reciente que el fenómeno haya empezado a coger forma y fuerza. 

La teoría moderna de las viviendas participativas tuvo su origen en Dinamarca en los años 60 del siglo pasado, a manos de grupos que no estaban contentos con las ofertas de vivienda corrientes. Se presentó formas alternativas de habitar llamados comunidades de covivienda. Estas ideas tuvieron un impacto importante en la sociedad danesa con decenas de proyecto realizados y pronto se inspiró en ellos muchos proyectos en EE.UU. y Canadá. 

Ahora hay muchos proyectos en curso o realizados, no solamente en zonas urbanas o suburbanas sino también en entornos rurales. Una parte de los proyectos rurales han sido los llamados eco-aldeas, donde muchas veces también han querido realizarlo como autoconstrucción o recuperación de pueblos abandonados. Los proyectos rurales sin duda tienen la capacidad de regenerar y dinamizar zonas despobladas a la vez que permiten un contacto más directo con la naturaleza, con proyecto que pretenden cuidar la biodiversidad y permitir mayor producción de alimentos propios y de energía.

Hoy en día se ha profesionalizado mucho los procesos de creación de viviendas participativas con entes públicos, promotoras dedicadas y especialistas involucrados, tomando algo que comenzó más como una cultura alternativa de unos pocos soñadores, transformándolo en algo mainstream y de moda.